Los sabios consejos del endocrino de 84 años que superó el coronavirus sin secuelas para tener un sistema inmune de acero

Dos meses después de pasar el virus, ya estaba jugando al tenis. Este eminente especialista, que sigue pasando consulta, tiene la receta para ‘construir’ unas defensas inexpugnables

12/3/2021.Foto Javier lt;HIT gt;Barbancho lt;/HIT gt;.Madrid....

Gema García, El Mundo, 31/03/2021

Hace justo un año tuvieron que trasladarle en ambulancia al mismo hospital en el que todavía hoy pasa consulta, el Beata Maria Ana de Madrid, porque ni siquiera era capaz de andar. “Ingresé sin miedo. Un octogenario tiene que estar preparado para todo y, como escribió don Antonio Machado, caminar por la vida ‘ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar’», relató Carlos E. Rodríguez Jiménez (La Guardia, Pontevedra, 1936) después de, como al le gusta decir, “haber rubricado uno de los ‘match points’ más importantes de mi vida“.

Acostumbrado a llevar una actividad frenética, este endocrino, eminente especialista en Inmunutrición y Metabolismo, confiesa que “apenas había dado importancia a esa persistente tos seca con la que llevaba desde principios del mes de febrero porque, por aquel entonces, todavía no éramos conscientes de la que se nos venía encima”.

Hasta que, decretado ya el estado de alarma, su estado de salud empeoró de forma notoria. “Cuando se suprimieron las consultas, ya en casa, comencé a sentirme cada vez peor. Me llamó un compañero y le conté que no tenía fuerzas ni para ir del salón a la cocina. Me ingresaron el Beata Maria Ana y, aunque casi no podía ni hablar, sólo les pedí una cosa a mis compañeros: que me trataran sin ningún tipo de privilegio”.

La primera semana apenas podía moverse. “Padecía una microcoagulación diseminada en ambos pulmones. Me sentía como una croqueta; me daban una vuelta y luego otra. Yo solo quería dormir”.

Optimista y vital por naturaleza, Rodríguez Jiménez confiesa que, durante su estancia en el hospital, “yo me encontraba muy normal pero ahora veo las fotos de aquel momento y me doy cuenta de la mala cara que tenía. ¡Perdí siete kilos!”.

Apenas dos meses después de su ingreso, sin rastro ya del maldito bicho en su organismo, volvía a calzarse las zapatillas de deporte para hacer lo que más le gusta en esta vida, además de ejercer la medicina: “Jugar al tenis con mi amigo Enrique Jiménez sobre la inmaculada tierra batida de las pistas del Club de Tenis Chamartín (Madrid)”, afirma con la ilusión de un niño pequeño en la mirada.

Su única secuela no es física, sino mucho más honda e incurable. “Todavía no me puedo creer que el virus se llevara a mi querido amigo Aurelio Capilla, Director Médico del Hospital Beata María Ana, que sólo tenía 57 años”, relata con la voz entre cortada.

A sus 84 años (cumplirá 85 en octubre), Rodríguez Jiménez como un roble. “Me encuentro fenomenal. Un año después de aquella pesadilla sigo pasando consulta de nueve de la mañana a nueve de la noche y juego al tenis dos o tres días a la semana“.

Está convencido de que su respuesta ante el virus fue “la herencia del estilo de vida que he llevado siempre, cuyos pilares son una buena alimentación, un descansado adecuado y una actividad física bien planificada. Es como cuando construyes un castillo, vas colocando piedra a piedra de buena calidad porque si lo haces de naipes, se acabará derrumbando”.

Su experiencia, personal y profesional, le ha empujado a escribir ‘Inmunonutrición y Bioestilo: de la consulta a la cocina’ (Editorial Almuzara), un libro en el que nos recuerda que la clave para anticiparse a cualquier agresión patógena está en nuestro propio organismo: “Se trata de potenciar nuestro sistema inmunológico mediante la nutrición y el Bioestilo. Hoy, pero también pensando más allá del coronavirus y, lo que es más importante, ¡sin obsesionarse!”.

El título, asegura, “no es una invención”. Y así lo explica: “La materia prima de nuestra estructura es la alimentación. Dentro de ella, están los tres macronutrientes (las proteínas, las grasas y los hidratos de carbono) y los micronutrientes (polifenoles, vitaminas, minerales, etc). Todos juntos nos ‘construyen’ y, no hace ser un científico, para darse cuenta de que ambos son claves para reforzar nuestros sistema inmune”.

Porque, “aunque comer variado y sano no va a curarnos una enfermedad por sí solo, lo que sí hará es ayudarnos a tener un sistema preventivo de primera calidad”.

JAVIER BARBANCHO

HUERTA, MAR Y GRANJA

Especialista en Inmunoalimentación, él mismo es la mejor prueba de lo importante que es llevar una alimentación correcta. Su lema, “día de homenaje, día de potaje”. Porque la gula es, en su opinión, el pecado capital que dinamita nuestra salud. “Comemos (y bebemos) demasiado. Y, para quitarle importancia, le metemos a todo un diminutivo. Nos tomamos una cañita, un güisquicito, un corderito… Como me dijo el secretario de la Embajada de Kenia hace muchos años: ‘¡Es que ustedes lo celebran todo comiendo y nosotros, bailando!’. ¡Qué razón tenía!”, exclama entre risas.

En esto no hay más secreto que aplicar el sentido común. Según este sabio doctor, la huerta, el mar y la granja son los tres escenarios de los debemos obtener los alimentos que nos ayudarán a construir un férreo sistema defensivo.

“La huerta, por sí misma, ya es un medicamento pero es esencial conocer su procedencia porque, hoy en día, hay muchas intolerancias debido a los abonos, los pesticidas, las aguas residuales, etc”, asevera.

Fuente de vitaminas y minerales, “hay una pauta muy antigua que recomienda tomar cinco raciones al día de vegetales (tres frutas y dos platos de verdura)”. Todas tienen un valor extraordinario: “Anticancerígeno, el brécol es extraordinario, al igual que la zanahoria, que es un chute brutal de betacaroteno. Yo recomiendo consumirlas de todos los colores porque cada uno nos proporciona un tipo de polifenoles, esos antioxidantes importantísimos que, no sólo intervienen en nuestro sistema inmonológico, sino que, además, desempeñan un papel clave en el envejecimiento celular”.

Nutritivas y deliciosas, las legumbres son esenciales. “Yo me quedo con las lentejas y, como no, con los garbanzos, que son muy ricos en ácidos nucleicos (esqueleto del adn).¡Son el secreto de la vida!”. Al igual que los frutos secos, aunque como estos “hay tener cuidado con la cantidad que tomamos por las calorías que aportan”.

Firme defensor de ‘la alimentación atlántica“, explica que “el 73% de la población mundial presenta unos niveles de omega 3 por debajo de lo aconsejado. Por eso, es fundamental aumentar su ingesta a través de dos vías principales: la vegetal (aceite de lino, nueces, etc) y la animal (pescados -especialmente los azules-, crustáceos y moluscos)”.

¿Con qué nos quedamos de la granja? “Antes me gustaba más decir corral, porque abogaba especialmente por consumo de carne de aves, pero he de reconocer que tomarse un buen entrecot a la semana es algo medicamentoso”.

Denostado durante mucho tiempo sin motivo justificado, el huevo es oro. “Se pueden tomar entre ocho y 10 a la semana sin problema. Como decía un profesor cuando yo era todavía residente ‘hemos condenado al huevo a galeras sin motivo’ porque el colesterol que tiene es del bueno. Además, tienen colina e inositol que estimulan el metabolismo de las grasas”.

Fuente de probióticos, “los yogures también son medicina natural, tal es así que, cuando yo era pequeño, se vendían en la farmacia”.

Rodríguez Jiménez incide en que “la flora intestinal es la madre de todas las batallas, dependiendo de cómo la tengamos, así se va a comportar el organismo”.

Gases, digestiones pesadas, estreñimiento, diarrea o aspecto extraño de nuestras deposiciones etc. pueden indicarnos que “algo no va a bien”. Pero, una vez más, aconseja “la autobservación sin obsesiones“.

Javier Barbancho

ACTIVIDAD FÍSICA

Hasta aquí, el capítulo de la alimentación pero, ¿es suficiente con esto para gozar de un sistema inmune a prueba de bomba? “¡No! Somos cómo comemos, cómo dormimos y cómo nos divertimos. Hay que descansar bien y cuidar nuestras emociones porque el maridaje del cerebro uno (señala la cabeza) y del dos (el vientre) es fundamental. Los problemas hay que digerirlos, como los alimentos”.

Su apuesta ganadora, todo al ocho: “Ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de asueto”

Un ocio en el que la actividad física debería de estar omnipresente. “El deporte no solo fortalece nuestro sistema inmune sino que también rejuvenece. Tenemos que levantarnos del sillón y poner en práctica ese mantra mágico que dice “poca cama, poco plato y mucha suela del zapato“.

El ‘Doc’ ha encontrado en ‘la dichosa pelota amarilla’, como a él le gusta llamarla, la fuente de la eterna juventud: “Jugar al tenis, tal y como demostraron investigadores del Copenhagen City Heart Study (Dinamarca) en 2018, es el deporte que más alarga la vida (con un aumento de 9,7 años en la esperanza de vida de los que lo practican) y a mí me mantiene ágil de piernas… ¡y de mente!”.

Contemplándole golpear la bola con el entusiasmo de un ‘junior’, no cabe duda de que su ‘receta de vida’, funciona.

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