Adolescentes y retos virales: ¿por qué ponen en riesgo su vida por conseguir un ‘like’?

Cada poco tiempo un joven muere víctima de algún desafío de los muchos que campan por internet. Son conductas de riesgo imitativas influidas por otras variables que los chavales no ven como un daño y que las redes sociales banalizan, amplifican y sostienen

Jacob Stevens

Jacob Stevens, El Mundo, 22/04/2023

Lo que estaba siendo un rato de diversión viendo redes sociales entre amigos acabó con la muerte de un chaval de 13 años en Ohio (EEUU). Jacob Stevens era un chico cariñoso, divertido y educado, según describe su padre. Jugaba al fútbol americano en la Greenfield Middle School, donde estudiaba. Estaba con algunos amigos en su casa cuando se sumaron al Benadryl Challenge, un peligroso reto que circula por TikTok que consiste en ingerir numerosas pastillas de ese antihistamínico para supuestamente tener alucinaciones. Cuando empezó a convulsionar, sus amigos que lo estaban grabando salieron corriendo asustados, según cuenta la abuela del muchacho. Tras una semana en coma conectado a un respirador, Jacob moría hace unos días.

No es el único caso que ha habido por esta causa. Una chica de 15 años murió en Oklahoma en 2020 tras realizar este reto y otras tres tuvieron que ser ingresadas en Texas meses antes por el mismo motivo, llegando a tener una de ellas una frecuencia cardiaca de 199 pulsaciones en reposo.

Según un estudio del grupo de investigación Ciberpsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y la Universidad del País Vasco (UPV/EHU)uno de cada 10 adolescentes españoles reconoce haber realizado retos virales peligrosos. Elaborado el año pasado entre 417 menores de entre 10 y 14 años de Aragón, Asturias y Castilla y León, el estudio distingue entre retos sociales, con un componente familiar o social de diversión como bailes o bromas inofensivas (todos recordamos el famoso hace 10 años Harlem Shake); retos solidarios, cuyo propósito es ayudar a los demás o fomentar buenas conductas (como el Ice Bucket Challenge en favor de la ELA); y retos peligrosos, que ponen en riesgo la integridad de la persona que lo hace o de otras personas.

El abecedario del diablo, Condom Challenge, Rompebocas, Rompecráneos, Cereal Challenge, inhalar ‘gas mechero’ (causó la muerte el año pasado de una joven de 16 años en Toledo), el reto del hielo y sal, la cicatriz francesa que se popularizó hace poco, Jonathan Galindo (provocó el suicidio de un niño italiano de 10 años), Blackout Challenge (por el que han muerto varios jóvenes, entre ellos Archie Battersbee, de 12 años, que fue desconectado por orden de la Justicia británica tras varios meses con soporte vital), Momo, la ballena azul (consistía en 50 tareas, la última de las cuales era quitarse la vida. Solo en Rusia se cree que provocó más de 100 casos de suicidio), la caza del pijo… Golpes, caídas, quemaduras, cortes, asfixia… La mayoría incitan a lesionarse uno mismo, aunque los hay que promueven lastimar a otros. Pero, ¿qué lleva a un adolescente a seguir estos desafíos que ponen en peligro su propia vida? ¿Qué pasa por su cabeza para que cada vez haya más casos?

El doctor en Psicología y presidente de Psicología sin Fronteras Guillermo Fouce no cree que esto sea algo nuevo, propio de esta generación. “Las conductas imitativas de riesgo se llevan produciendo siempre. Otra cosa es que las nuevas tecnologías las hayan potenciado, a la par que una conectividad internacional. Tal como funciona internet, en este caso para mal, si uno busca determinados contenidos como violencia, muerte o anorexia después van a aparecer todo el tiempo, el buscador lo genera como cuando buscas información de viajes y luego te saltan todo el tiempo. Entonces entras en un bucle en el que te empieza a parecer normal lo que no lo es. Las nuevas tecnologías cambian la dimensión de este fenómeno y lo complican mucho”.

EL EFECTO WERTHER Y LAS CONDUCTAS IMITATIVAS DE RIESGO

El psicólogo habla del efecto Werther, “donde surgió esta cuestión de la imitación que ha hecho que no se hablara de los suicidios en los medios, por ejemplo”. En Las penas del joven Werther, una obra de Johann Wolfgang von Goethe, el protagonista sufre por amor y acaba suicidándose. También menciona el pánico colectivo que generó la emisión radiofónica de La guerra de los mundos de H. G. Wells. Quizá no nos demos cuenta, pero la televisión ha utilizado también la violencia y la crueldad para conseguir audiencias en programas cada vez más extremos.

En ese sentido, Fouce menciona el documental El juego de la muerte, que reproduce el experimento de Milgram de descargas eléctricas pero aplicado a un concurso de televisión. “En un canal inglés se hacía un programa que era una ruleta rusa y otro que era una disección, una autopsia en directo. Hay programas en la televisión japonesa en los que se tortura, les meten bolas de fuego en la boca a los concursantes y la gente se ríe. Tenemos Jackass, que eran retos a cual más violento y se hicieron dos películas, se hizo viral ya en aquella época sin las redes”, explica.

Y añade: “Si no sale en televisión no tiene sentido. Si no se graba como cuando quedan a pegarse los clubes de la lucha no tiene sentido. O los tiroteos en EEUU, que se graban para ser vistos. Hay algo que estamos haciendo muy mal y es darle a esas conductas imitativas de riesgo la relevancia de la fama, un premio a algo que no debería tenerlo. Además de adrenalina y de que nos reímos con la violencia, nos genera fama y respuestas positivas de otros, gente que me va a seguir, a dar ‘me gusta’, que me va a imitar. Y ya no necesito ir a un programa de televisión, sino que lo puedo meter en mis redes y crear mis propios canales”.

Todo ello relacionado con la desconexión de las consecuencias que tiene la violencia en uno mismo o en otros, incide Fouce. “La violencia o las lesiones se convierten en un juego, tengo la excusa para seguir haciéndolo. Son alteraciones de la percepción que se dan mucho en la anorexia y la bulimia: me hago daño porque en realidad me veo gordo y no me gusta mi imagen. Todo eso lo estamos haciendo muy mal”.

UN FENÓMENO PARALELO AL DE LAS AUTOLESIONES

Para Anna Sintes, responsable de la Unidad de Autolesiones del Hospital Sant Joan de Déu, este fenómeno de los retos virales es paralelo a las autolesiones, pero influye en ellas. “Es igual que cuando sale un famoso diciendo que se ha autolesionado, como Angelina Jolie en 2010. Lo hizo con buena intención de luchar contra el estigma, pero causó un incremento de las autolesiones porque la intención cuando uno lanza una cosa en las redes sociales es una, pero el efecto que provoca es otro. O el efecto de la serie de Netflix Por trece razones, en la que una chica se suicida. A la semana de poner este capítulo se vio que se incrementaron los intentos de suicidio y tuvieron que hacer una página web de ayuda a adolescentes por un tema de responsabilidad social y por no quedar mal. Los adolescentes son supersensibles a todo lo que salga en los medios de comunicación y sus medios ahora, igual que para los boomers eran la radio y la tele, son las series, Instagram, TikTok…”.

Sintes reconoce que no todo el mundo se apunta a estos retos. “En TikTok hay mucha información sobre dietas y ayunos y no todos los adolescentes desarrollan una anorexia. Hay personas que son más vulnerables, tienen más riesgo, por ejemplo, los que tienen dificultades en las habilidades sociales o una autoestima baja o problemas en casa con sus padres, aquellos con dificultad para regularse emocionalmente cuando están tristes o ansiosos. Son una serie de variables personales, familiares y sociales que hace más vulnerables a algunas personas, igual que en los años 80 había quien se enganchaba a la heroína, estaba en todas partes, en plena Movida, y algunos se enganchaban y otros no. Pues ahora igual, hay adolescentes que son más resilientes y otros, más vulnerables”.

La experta señala que los jóvenes no lo ven como un daño, sino como formar parte de una comunidad. “En las autolesiones se distinguen dos grandes causas, una más a nivel interpersonal, es decir, motivos que tienen que ver con la relación con los demás; e intrapersonales, es decir, el manejo del malestar personal o variables más personales, conducta que está mediatizada por el refuerzo: positivo, si un adolescente se autolesiona para disminuir la ansiedad y la disminuye, esa conducta queda reforzada positivamente, aunque sea disfuncional y le traiga problemas a medio-largo plazo. O refuerzo negativo si elimina sentimientos malos, por ejemplo, una adolescente con anorexia que se siente culpable después de comer y se autolesiona para eliminar ese estímulo desagradable, que sería la culpa”.

En las interpersonales se incluye los intentos de influir sobre el entorno o de comunicar al entorno el malestar emocional. “A veces son mal denominadas ‘llamadas de atención’, son demandas de ayuda porque en ese momento el adolescente no sabe pedir ayuda de otra manera y quizá ha visto en algún compañero de clase que la ha obtenido tras autolesionarse y ellos también lo hacen. Hay muchos motivos, se puede empezar como una regulación de la tristeza o la ansiedad, pero se pueden añadir funciones si tiene consecuencias en el entorno”.

El 20-30% de la población general se ha autolesionado alguna vez en su vida, no de forma clínica, sino como algo puntual. No lo ven más grave que un día probar la heroína o la cocaína, como han hecho los jóvenes en otras generaciones

Dentro de ese componente interpersonal está el formar parte de una comunidad que decía la psicóloga. “El tema de la identidad, diferenciarse de los demás. Hay quien necesita formar parte de un club deportivo y hay quien busca un grupo con menos aprobación cultural y no lo ven como un daño, como estos retos de la cicatriz francesa o jóvenes que se autolesionan esporádicamente. En población general se calcula que el 20-30% se ha autolesionado alguna vez en su vida, no de forma clínica, sino como algo puntual. No lo ven más grave que un día probar la heroína o la cocaína, como han hecho los jóvenes en otras generaciones”.

Sobre esto apunta Fouce que los jóvenes se sienten fuertes y sanos. “Es un poco lo que trabajamos en adicciones muchas veces. ‘A mí no me va a pasar nada’, ‘yo estoy en la flor de la vida’, ‘yo estoy para probar y experimentar y para correr el riesgo’. Esa sensación de invulnerabilidad y de estar por encima de cualquier cosa es muy de adolescentes. Quizá en otros tiempos se producía más con las drogas y otras sustancias y ahora es con los retos virales”.

José Antonio Luengo, decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, habla de “cinco o seis variables que todas juntas dan una explicación de este fenómeno”. En primer lugar, impulsividad, “muy significativa en estas edades, no pensar en las consecuencias de lo que voy a hacer, sino en los primeros efectos, que básicamente se concretan -y este es el segundo elemento- en la dictadura del like“. Por las venas de estas redes corre el disfrute de los espectadores, que son los que sostienen verdaderamente esos comportamientos, explica Luengo.

Otro elemento sería los efectos del uso desadaptativo generalizado de las tecnologías, es decir, “normalizas cosas que no son razonables. Haces con mucha facilidad cosas que si las pensaras bien no las harías nunca y las verías como una locura si otros las hicieran. Pero como estás inmerso en esta suerte de esclavitud, que está muy ligada también a la esclavitud del dispositivo móvil, llegas a normalizar y banalizar cosas que tienen importancia“.

Si a esa impulsividad y esa normalización de cosas que no son normales, continúa Luengo, le unimos “la posibilidad de entender la autolesión, el hacerte daño, como una manera no especialmente arriesgada de superar algunos momentos malos, el sentimiento de omnipotencia y un cierto reto al statu quo de los adultos -aunque en muchas de estas ocasiones los adolescentes tienen conductas que los adultos no llegan a ver ni conocer, ni siquiera lo entienden-, y lo envolvemos con el lazo de la esclavitud del like, que llega a contaminar psicológicamente hasta el punto de perder un poco la referencia de por qué haces determinadas cosas, encontramos algunas claves que explican por qué un chico se hace daño de buenas a primeras, lo muestra en la red y lo sigue haciendo. Y lo sigue haciendo porque tiene espectadores”.

LA RESPONSABILIDAD DE LOS ESPECTADORES, LOS QUE SOSTIENEN EL FENÓMENO

Para el decano de los psicólogos de Madrid, los espectadores son una pieza clave. “El público aprueba lo que haces, te incita a seguir haciéndolo e incluso a veces imita tu conducta, lo cual tiene un carácter adictivo. Te haces adicto a que los demás ‘te rían la gracia’, ensalcen tu valentía y por eso los retos han ido adquiriendo un riesgo físico cada vez mayor. Los espectadores agrandan tu conducta, la inflaman, te hacen sentir importante y eso agranda el sentimiento de pertenencia al grupo y te hacen más popular. No importa que haya jóvenes razonables, entre comillas, que te miren raro y te digan ‘pero qué estás haciendo’ porque tiene mucho más peso esa huida hacia adelante, el no detenerse para no perder el predicamento que he ganado, para no defraudar y no perder el valor social que supuestamente he podido conseguir“.

Luengo menciona la película Nerve, de 2016. “Tiene siete años, que es mucho teniendo en cuenta la rapidez con la que nos movemos en las tecnologías. En ese momento no existía TikTok, pero los directores fueron visionarios al plantear un escenario muy cercano a nuestra vida“. En el filme, la protagonista, una chica tímida, responsable y buena estudiante, es incitada a seguir un juego que consiste en retos que van poniendo los mismos seguidores de la aplicación.

La joven empieza a adquirir fama, a ser jaleada y la presión que siente la protagonista la lleva a retos cada vez más peligrosos, “un espacio muy propio de la web más oscura. En la película además se hace en directo y no tengo ninguna duda de que enseguida vamos a llegar a ver eso, igual que programas el capítulo de una serie en la televisión, que se programe a determinada hora la emisión de un reto, como si fuera un espectáculo“.

En cualquier caso, Luengo subraya que no le gusta “señalar a los adolescentes como descerebrados, porque no es verdad. Su cerebro está sufriendo modificaciones anatómicas y fisiológicas muy significativas, en un momento en el que su cuerpo y su manera de interpretar el mundo cambian, pasan de jugar a las chapas a tener los primeros desconsuelos sentimentales, no se ven a gusto en el espejo, aparecen las influencias, el poder de las modas y los cánones estéticos… Y todo concentrado en un tiempo en el que querrían seguir siendo niños, es una auténtica locura. En estos procesos y con todo lo mencionado antes, en esta especie de bacanal que son las redes sociales los adolescentes a veces pueden entrar en comportamientos de muy alto riesgo. Pero no son ‘descerebrados’, es un chico o chica que en ese momento se ve impelido a hacer algo distinto, extraordinario, arriesgado porque ve que hay otros muchos que lo hacen y piensa ‘y por qué yo no’ y porque inmediatamente obtiene una recompensa brutal, que es el reconocimiento social”.

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